lunes, 18 de abril de 2011

LO QUE HABÍA PASADO

Sentía una cosa horrible en la garganta, como si me apretaran cada vez más con una soga, y me parecía que en cualquier momento me iba a asfixiar. Tenía el cuerpo duro como una estatua y no podía dejar de pensar en lo que había pasado.
Entonces traté de pensar en Giménez, que lo había pisado un auto hacía como un mes, y en la impresión de todos nosotros, los alumnos, pero no me dio tristeza sino algo más bien raro, como que eran mentiras, que los chicos de la edad de Giménez y de la nuestra no se mueren. Y no lloré.
Entonces busqué una aguja en el costurero de mi mamá, una de las medianas, y me la clavé primero en las piernas, después en los brazos, y así seguí por todas partes, y me dolía bastante, pero la cosa en la garganta era más fuerte, y no lloré.
Me fui al patio y empecé a pegarle a la pared del fondo con los puños cerrados, primero despacio, después más fuerte y al último ya sin darme cuenta, con todo, aunque me dolía mucho, y cuando paré porque ya no podía más las manos me sangraban por todos lados, pero ni así podía olvidarme de lo que había pasado, y no lloré.
Entonces me concentré en lo que había pasado y se me ocurrió una idea. Cerré los ojos y pensé que yo era mi papá y empecé a abofetearme en la cara cada vez más fuerte y más fuerte y más fuerte, y por momentos sentía que yo era yo y le estaba pegando a mi papá, y pegué y pegué, y de pronto me empezaron a salir las lágrimas en silencio, y yo me seguí pegando y le seguí pegando a mi papá, y entonces por fin empecé a llorar en serio, con la voz y con todo, y con el cuerpo que me temblaba y se me movía solo, y me tiré al suelo y seguí llorando hasta que me cansé.

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